viernes, 11 de julio de 2014

La Junta de Temporalidades - Cusco - Perú. Cercanos a cumplir cinco siglos de historia, los jesuitas han extendido su misión por todos los continentes, y a inicios del siglo XXI continúan trabajando con especial atención a los retos del mundo moderno en todos los lugares donde la Iglesia y el Papa les envían.





Quiénes somos 

Los Caballeros de la Orden, soldados de Dios, somos jesuitas laicos, somos hombres y mujeres de frontera, dispuestos a estar en aquellos lugares donde hay situaciones de injusticia, donde otros no pueden o no quieren estar, donde se puede tener un efecto multiplicador en bien de la misión. Hombres preparados para responder a las necesidades de nuestro mundo, solidarizándonos con las víctimas de esta historia y así acompañar a Jesús rumbo a la cruz. Somos Compañeros de Jesús, amigos para la misión, y estamos al servicio de la Mayor Gloria de Dios.

Orden Caballeros del Papa en América
Los Jesuitas conquistaron Sud América para la Iglesia de Roma 
(dijo Lord Maculay)

Bandera de las Américas, adoptada como símbolo de las Américas
por la séptima conferencia internacional Americana de
Montevideo el 13 de diciembre de 1933

Bula de la Santa Cruzada en América
Se dedicaba a los gastos de la guerra contra los infieles


Misioneros y educadores, viajeros y descubridores, cartógrafos y geógrafos, hombres de teología y espada, de ciencia y espiritualidad, conspiradores políticos o pacificadores, los jesuitas han sido, desde la fundación de la Compañía de Jesús una de las órdenes religiosas más importantes y controvertidas de la cristiandad; efectivamente, un grupo muy influyente a nivel mundial.

En la historia de las actividades económicas de la Compañía de Jesús en América en el período colonial, el aspecto más importante a considerar es la producción y comercialización a gran escala o al por mayor de aquellos frutos o productos típicos de las regiones donde los jesuitas se instalaron. En la mayoría de los casos la Compañía consiguió consolidarse, mantenerse y ejercer su actividad misional y educadora gracias a su participación en la principal actividad económica de la región.

Según un catálogo de 1749, contaba la Compañía de Jesús (en todo el mundo) con 22 589 miembros, de los cuales eran sacerdotes 11 239: siendo las asistencias desde 1755, seis; contando con 39 provincias, 24 casas profesas, 669 colegios, 61 noviciados, 176 seminarios o convictorios, 335 residencias y 273 estaciones de misión. España, en el momento de la expulsión, contaba con 1 660 sacerdotes, 965 hermanos y 102 escolares, y en América, 1 396 sacerdotes, 544 hermanos y 327 escolares, es decir: 4 994 miembros.

La Compañía de Jesús es una orden religiosa de la Iglesia Católica, fundada en 1540 por San Ignacio de Loyola y un grupo de universitarios de la Universidad de París de diversas procedencias. 

Los "primeros compañeros", inicialmente no pensaron en fundar una nueva orden religiosa, mas con el paso del tiempo, influenciados por su profunda experiencia de Dios y por la crisis que enfrentaba la Iglesia en tiempos de la Reforma protestante, maduraron la idea de conservar una vinculación especial entre ellos, conformando un cuerpo eminentemente apostólico y eclesial. Así, cuando en el mundo comenzaban a soplar los vientos de la modernidad, nace la Compañía de Jesús como un impulso fresco y renovador para la Iglesia y la vida religiosa; sus miembros, posteriormente, recibirán el nombre de "jesuitas". Es por eso que, entre las numerosas órdenes religiosas existentes en el siglo XVIII ninguna destaca más que la Compañía de Jesús, por la extraordinaria importancia de su papel histórico en los lugares donde establecía su congregación.

Desde sus inicios, el principal fin de la Compañía ha sido reunir a hombres generosos de toda raza y nación que se ofrezcan incondicionalmente a comunicar el mensaje de Jesucristo al mundo; hombres que fundan su espiritualidad en la experiencia de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio, la mayor riqueza que porta la Compañía. La finalidad de la compañía ha sido formulada en sus Constituciones, como defensa y propagación de la fe y está hoy enriquecida por la Congregación General 32, como servicio de la fe y promoción de la justicia que la misma fe exige. La misma C.G. 32 señala que ser jesuita es reconocer que uno es pecador, pero llamado a ser compañero de Jesús, como lo fue san Ignacio.

Estableciéndose posteriormente en el Perú, comenzaron inmediatamente su labor, mostrando desde el principio su espíritu constructor, llegando a acumular inmensos bienes por medio de sus benefactores, no sólo en templos, conventos y colegios, sino en importantes haciendas, ingenios y obrajes, con los que podían alcanzar un nutrido tráfico comercial.

La Compañía ha tenido una especial intervención en la historia de la Iglesia y del mundo. Para la persecución de sus objetivos casi siempre ha desenvuelto un rol protagónico allí donde su misión lo exigía. Esto ha supuesto el afecto incondicional de mucha gente, pero también el rechazo de personas que no comprendían sus reales motivaciones. De allí que toda la orden es suprimida en 1767, para ser restaurada en 1814. Con todo, cercanos a cumplir cinco siglos de historia, los jesuitas han extendido su misión por todos los continentes, y a inicios del siglo XXI continúan trabajando con especial atención a los retos del mundo moderno en todos los lugares donde la Iglesia y el Papa les envían. Para la Compañía las fronteras y los límites no son obstáculos sino nuevos desafíos, nuevas oportunidades por las que alegrarse.

Una de las primeras consecuencias de la expulsión jesuita fue la desarticulación de los 188 colegios de jesuitas repartidos entre la metrópoli y sus colonias, así como la confiscación de sus bienes, que además de la enseñanza, tenía la importante misión de subsanar las carencias de asistencia religiosa, frecuentes en muchas zonas rurales durante el régimen precedente. Es entonces que al ser expulsados urge la necesidad de ver por aquellas propiedades que dejaban, las mejores por cierto. Empresas mixtas, dedicadas a la vez a la agricultura y a la ganadería, ya que esta última bien podía aprovechar los peores terrenos de la hacienda, sin olvidar que aquel tipo de asociación resultaba indispensable para solventar los consumos internos de la hacienda y asegurarse fletes y también diversificar los riesgos.

Las haciendas coloniales fueron grandes empresas económicas y cabe subrayarlo, sabiendo de igual forma que la psicología del hacendado no era diferente ni opuesta a la del importador monopolista, por ejemplo. Por consiguiente, la explotación de la tierra fue organizada con miras económicas de utilidad. Así también, la comunidad de indígenas, se convirtió para los españoles en una fuente permanente aunque conflictiva de fuerza de trabajo y en todos los casos (pese a las legislaciones del Estado en cuanto a libertad) terminaban siempre por resolver a favor de las necesidades de europeos y criollos, habiendo que elaborar diversas soluciones. En lo que se refiere a la agricultura, por ejemplo, hubo la esclavitud pero únicamente en a costa, considerando las llamadas gratificaciones –aunque mínimas- y la concesión de pequeños lotes de tierras.

Por otro lado, el arriendo nos interesa en cuanto la relación existente con los problemas del trabajo en la hacienda donde la ocupación por parte del arrendatario determinaba de algún modo prestaciones de servicios personales a favor del propietario. Este pequeño arriendo asociado a la mano de obra fue posible dentro de una economía en que incluso los grandes arriendos, con cientos de fanegadas y miles de cabezas de ganado, eran parcialmente pagados en especies.

Con todo ello, la Junta de Temporalidades cumplió la función de administrar y liquidar los bienes confiscados. Hacer la labor de administrador y llevar a cabo las subastas respectivas; pero, dentro de ello también la semejante labor y responsabilidad de hacerlo bien. Es evidente pensar que luego de la expulsión de los religiosos, aquellas haciendas no tendrían más que un papel previsor o cauteloso en la futura administración y forma de llevar la hacienda como en circunstancias anteriores. Así fue que, finalmente, se produjeron dichos remates, empero, cabe observar los pormenores que se suscitaron y los hechos que dan posibles nuevas luces a lo acontecido.

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