miércoles, 2 de julio de 2014

La educación en derechos humanos en el actual contexto de América Latina.




Quiénes somos 

Los Caballeros de la Orden, soldados de Dios, somos jesuitas laicos, somos hombres y mujeres de frontera, dispuestos a estar en aquellos lugares donde hay situaciones de injusticia, donde otros no pueden o no quieren estar, donde se puede tener un efecto multiplicador en bien de la misión. Hombres preparados para responder a las necesidades de nuestro mundo, solidarizándonos con las víctimas de esta historia y así acompañar a Jesús rumbo a la cruz. Somos Compañeros de Jesús, amigos para la misión, y estamos al servicio de la Mayor Gloria de Dios.

Orden Caballeros del Papa en América
Los Jesuitas conquistaron Sud América para la Iglesia de Roma 
(dijo Lord Maculay)

Bandera de las Américas, adoptada como símbolo de las Américas
por la séptima conferencia internacional Americana de
Montevideo el 13 de diciembre de 1933

Bula de la Santa Cruzada en América
Se dedicaba a los gastos de la guerra contra los infieles



La educación en derechos humanos puede ser una herramienta de transformación de las conciencias y de la realidad, pero no basta para cambiar esta última. Los derechos humanos pueden constituirse en una plataforma política y jurídica para reivindicar mejores condiciones de vida (derechos) para las poblaciones que viven en condiciones de desventaja social, pero no bastan para transformar estas condiciones. Ello requiere del concurso de toda la sociedad, mediante políticas públicas orientadas a estos fines. En otras palabras, la afirmación y profundización de la vida democrática requiere no solo de agentes reivindicativos sino también de la solidaridad de otros sectores que no padecen esas condiciones de desventaja y exclusión. Texto de Roberto Cuellar, del Instituto Interamericano de Derechos Humanos.


El tema de la educación en derechos humanos en el actual contexto de América Latina puede abordarse al menos desde dos perspectivas diferentes. Una, es describir lo que ocurre actualmente en la región: cuánto hemos avanzado en esta materia y en qué áreas se concentran los avances, etc. El otro abordaje posible es de carácter prescriptivo y consistiría en señalar cómo deberían hacerse las cosas desde una perspectiva, si se quiere, ideal. En cualquier caso, conviene recordar que, para una veintena de países de la región que han suscrito o ratificado el Protocolo sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales a la Convención Interamericana de Derechos Humanos (conocido como Protocolo de San Salvador) brindar educación en derechos humanos es una obligación tan importante como celebrar elecciones periódicas o garantizar juicios justos a quienes son acusados de transgredir la ley.

Primero lo primero

Como sabemos, la gran mayoría de los países latinoamericanos pertenece a lo que en la clasificación de las Naciones Unidas y de otros organismos internacionales se denomina ”países de renta media”, es decir, aquellos que tienen un ingreso per cápita entre los US$ 766 y los US$ 9385 anuales1. Considerada en su conjunto, América Latina constituye una especie de ”clase media” planetaria. Estas cifras, sin embargo, deben complementarse con otras que indican que América Latina es, también, la región más desigual del planeta, es decir, aquella donde un porcentaje reducido de la población concentra ”y controla” el mayor porcentaje de la riqueza.
Por otra parte, si examinamos con detalle el mapa de esta desigualdad, descubriremos que la pobreza suele concentrarse en grandes bolsones urbano-marginales y en aquellas zonas donde se ubican las poblaciones indígenas, afrodescendientes y campesinas. Y también descubriremos que, en las zonas urbano-marginales, la pobreza golpea con mayor fuerza a las mujeres, especialmente a aquellas que son cabeza de familia. De esta forma, los rostros de la pobreza en América Latina son los rostros de la discriminación y la explotación multiseculares: indígenas, negros, mujeres.
Según la CEPAL, hay algo menos de 170 millones de latinoamericanos y latinoamericanas viviendo en pobreza, de los cuales alrededor de 65 millones sobreviven en la indigencia2. 

Por otro lado, nuestra América se urbaniza al ritmo desbocado de la globalización, y actualmente cerca del 80% de la población vive en zonas urbanas. Problemas tenemos muchos, casi todos, y no siempre los mismos, o al menos no en la misma medida. 

La narcoactividad y sus devastadoras secuelas afectan en mayor medida a México, Centroamérica y algunas islas del Caribe, pero la criminalidad y la inseguridad se extienden a casi todo el subcontinente; la pobreza, como hemos visto, se ceba en mayor grado contra algunos grupos y poblaciones. 

En lo político, la región ha gozado en años recientes de relativa estabilidad democrática, aunque, por otro lado, se observan claras señales de retroceso democrático en la concentración de poderes, el debilitamiento de la institucionalidad democrática, restricciones a la libertad de prensa y el crecimiento de redes clientelares que socavan la convivencia democrática3. Dicho todo lo anterior, cabe preguntarnos:

¿Y la educación en derechos humanos, qué?

Desde el punto de vista institucional, la educación en derechos humanos ha avanzado considerablemente en la región durante la última década. Estos avances son notorios en diversos campos y los resumo a continuación:
- En la educación primaria y secundaria
Durante la última década, el Instituto Interamericano de Derechos Humanos realizó una investigación sistemática sobre la situación de la educación en derechos humanos en la región. Año con año, se produjo un informe comparativo que incluía a una veintena de países de la región, en el que se abordaba cada vez un tema específico. 

Los temas considerados fueron: desarrollo normativo e institucional de la EDH, desarrollo en el currículo y los textos escolares, formación de educadores en materia de EDH, planificación educativa a nivel nacional, presencia de la EDH en contenidos y espacios curriculares, desarrollo normativo de la EDH y gobierno estudiantil, conocimientos de derechos humanos en los programas de estudio y en los textos escolares, metodología de educación en derechos humanos en los libros de texto, etc. Como se ve, no hay un tema relevante que se dejara de lado.
Los resultados de la investigación revelan que, en líneas generales, la educación en derechos humanos recibió un vigoroso impulso institucional en el seno de los ministerios de educación nacionales y departamentales o estadales. 

La temática está ampliamente legitimada tanto entre las autoridades educativas como entre los docentes, los estudiantes y los padres y madres de familia. Por otro lado, la temática de los derechos humanos ha sido incorporada a los planes de estudio y con regularidad aparece tratada en los libros de texto y otros materiales escolares. Todo lo dicho no obsta para que existan áreas deficitarias y críticas.
Una de ellas es la formación de educadores. Desafortunadamente, los y las docentes reciben durante su formación profesional escasos contenidos de derechos humanos y de educación en derechos humanos y, en cualquier caso, estos suelen ser abordados de una manera formal, memorística o declarativa, sin dimensionar la potencia pedagógica de los derechos humanos como fundamento del proceso educativo. 

Pues nosotros pensamos que las escuelas deben convertirse en ”un techo para los derechos humanos” y no en simples espacios donde estos se reciten como otros contenidos. Esto supone un desafío pedagógico y, sobre todo, un replanteamiento del ejercicio de la autoridad como se ha ejercido tradicionalmente en los centros educativos. 

Esto último genera resistencias entre los docentes, tal y como las genera entre los padres y madres autoritarios cuando son cuestionados por niños, niñas y jóvenes conscientes de sus derechos. Otro de las deficiencias que revelan las investigaciones desarrolladas por el IIDH, es la ausencia de abordaje de los episodios traumáticos de violaciones recientes a los derechos humanos. Como sabemos, difundir la verdad de lo acontecido es una parte importante de la reparación a las víctimas, y la verdad de las violaciones a los derechos humanos debe ser abordada y discutida en el ámbito del sistema educativo.
- En la educación superior
Aunque con otras características, también la educación superior en derechos humanos registra en la última década avances importantes. Observamos en la actualidad un número creciente de diplomados en derechos humanos en todas las modalidades de educación superior: presencial, a distancia, etc. AUSJAL es parte importante de una iniciativa en este sentido, en alianza con el IIDH. Los diplomados pueden tener diversos énfasis y orientaciones, pero todos contribuyen a la difusión de la doctrina de los derechos humanos y al conocimiento del accionar del Sistema Interamericano de Derechos Humanos. 

Adicionalmente, algunas universidades de la región ofrecen también posgrados especializados en la materia. El IIDH ha contabilizado numerosos diplomados en derechos humanos en la región y estima que miles de personas han cursado estudios superiores en ellos.
- En la educación informal
Paralelo a lo anterior, ONG, iglesias, sindicatos, partidos políticos y asociaciones gremiales suelen incluir dentro de la oferta formativa para sus asociados y prosélitos, cursos y capacitaciones en derechos humanos. 

Esta oferta es virtualmente imposible de cuantificar y de carácter muy variado. A diferencia de otras épocas cuando la temática de los derechos humanos era objeto de represión y censura, hoy se oferta libremente, lo que probablemente se traduce en mayor cantidad de personas que acceden a ella.
En resumen, no cabe duda de que la educación en derechos humanos registra avances significativos en casi todos los campos. La información es hoy más accesible, la cultura de los derechos se ha extendido y fortalecido y, sin embargo, los problemas de exclusión, pobreza, desigualdad y, en ocasiones, también de violaciones a los derechos civiles y políticos, continúan presentándose en nuestra región.


¿Entonces, qué?

Ante esta realidad innegable, es preciso reconocer con humildad que la educación no lo puede todo. La educación en derechos humanos puede ser una herramienta de transformación de las conciencias y de la realidad, pero no basta para cambiar esta última. Los derechos humanos pueden constituirse en una plataforma política y jurídica para reivindicar mejores condiciones de vida (derechos) para las poblaciones que viven en condiciones de desventaja social, pero no bastan para transformar estas condiciones. 

Ello requiere del concurso de toda la sociedad, mediante políticas públicas orientadas a estos fines. En otras palabras, la afirmación y profundización de la vida democrática requiere no solo de agentes reivindicativos sino también de la solidaridad de otros sectores que no padecen esas condiciones de desventaja y exclusión. 

Por ello, solo en la medida en que hagamos de la dignidad de los otros reflejo de la nuestra, la educación en derechos humanos puede convertirse en una herramienta efectiva de transformación de las conciencias y de la realidad social. Como bien pedía el recordado monseñor Oscar Arnulfo Romero, con quien inicié mi trabajo en derechos humanos hace más de tres décadas: ”Que se capacite a los niños y a los jóvenes a analizar la realidad de su país. 

Que los preparen para ser agentes de transformaciones, en vez de alienarlos con un amontonamiento de textos y técnicas que los hacen desconocer la realidad. Así hay muchos técnicos, muchos sabios, muchos profesionales que saben de su ciencia, su profesión, pero que son como ángeles, descarnados de la realidad en que actúan su profesión. Lo primero que debe buscar una educación, es encarnar al hombre en la realidad, saberla analizar, ser críticos de su realidad. Una educación que sea educación para una participación política, democrática, consciente.”4

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