sábado, 24 de mayo de 2014

Jean Yves Fernand, jesuita y artista.


"San Ignacio de Loyola"


Quiénes somos 

Los Caballeros de la Orden, soldados de Dios, somos jesuitas laicos, somos hombres y mujeres de frontera, dispuestos a estar en aquellos lugares donde hay situaciones de injusticia, donde otros no pueden o no quieren estar, donde se puede tener un efecto multiplicador en bien de la misión. Hombres preparados para responder a las necesidades de nuestro mundo, solidarizándonos con las víctimas de esta historia y así acompañar a Jesús rumbo a la cruz. Somos Compañeros de Jesús, amigos para la misión, y estamos al servicio de la Mayor Gloria de Dios.


Orden Caballeros del Papa en América
Los Jesuitas conquistaron Sud América para la Iglesia de Roma 
(dijo Lord Maculay)


Bula de la Santa Cruzada en América
Se dedicaba a los gastos de la guerra contra los infieles


Jean Yves Fernand es un jesuita nacido en Puerto Príncipe, Haití, el día 11 de mayo de 1987. Es el segundo de tres hijos varones, y entró al noviciado de la Compañía de Jesús en 2009 en Puerto Príncipe. Hizo sus Primeros Votos en 2011 y empezó los estudios de Humanidades y Filosofía en Santo Domingo, República Dominicana, donde reside actualmente.



Le hemos preguntado qué es el arte para él,

 y nos ha respondido así:


«Cada vez que tengo la oportunidad de hablar del arte –precisamente de la pintura–, me siento siempre feliz de hacerlo. A modo de introducción, me gustaría plantear dos de las preguntas muy interesantes que siempre la gente me hace: ‘‘¿El arte no te impide estudiar? ¿Cómo relacionas tu vida religiosa con tu pasión por el arte?’’

De hecho, la gente me hace estas preguntas porque sería dificilísimo para ellos –si fueran artistas– combinar su pasión por el arte, sea con un estudio tan exigente como la filosofía o sea con la vida religiosa. Por eso, ambas preguntas tienen sentido. En efecto, puede ser que sí que una pasión por el arte impide a uno estudiar otra cosa que no es arte o que no tiene nada que ver con él, por lo menos, si aquella persona no controla bien su anhelo o su pasión por dicho arte. El arte –siendo una pasión que puede cegar a uno– tiene este increíble poder en la medida en que el artista no se da cuenta de eso y no lo controla bien.

En mi caso, gracias a Dios, nunca el arte me ha impedido estudiar. Tampoco, nunca se ha presentado como algo controversial en mi vocación a la vida religiosa. En cambio, me ayudó, me está ayudando y creo que seguirá ayudándome siempre en mis estudios y en mi vocación a la vida religiosa. 

Pues, creo que en la Compañía de Jesús se debe promover la formación en el arte como lo estipula la 32ª Congregación General (Cfr. CGXXXII d.4 n.44; cfr. también n.35) y, también, las Constituciones (NC 95). En este sentido, Hegel tenía toda la razón del mundo cuando animó a la gente de su época a tener un conocimiento en el arte. A su entender, es en las obras de arte donde los pueblos han depositado sus más íntimos pensamiento y sus más ricas intuiciones. Es decir, a su juicio, ignorar el arte es automáticamente impedirse conocer las culturas, el mundo.



Como lo era para Sócrates, veo el arte en todo. Para Sócrates, en cada objeto hay tres artes: usarlo, producirlo e imitarlo. Esa es también mi realidad: intento siempre buscar y encontrar el arte en todo. Para mí, no hay nada más agradable que estar en éxtasis frente a una inspiración que viene desde lo más profundo que se puede, y al final, realizar un cuadro con dicha inspiración. ¡Eso es maravillísimo!

Por fin, doy gracias a Dios por este don –el arte– que inyectó en mis venas. ¿Qué haría si no existiera el arte? ¿Quién sería yo sin el arte? Dios sólo sabe.»

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