jueves, 8 de mayo de 2014

El jesuita que planta cara a los bancos, (Gaël Giraud). Colaboración de S.E.Caballero Lic Don Julio César Lascano Badaracco, Canciller Emérito de la Orden de los Caballeros de Su Santidad el Papa "San Ignacio de Loyola".







Cinquième Républuqye Francaise

Quiénes somos 
Los Caballeros de la Orden, soldados de Dios, somos jesuitas laicos, somos hombres y mujeres de frontera, dispuestos a estar en aquellos lugares donde hay situaciones de injusticia, donde otros no pueden o no quieren estar, donde se puede tener un efecto multiplicador en bien de la misión. Hombres preparados para responder a las necesidades de nuestro mundo, solidarizándonos con las víctimas de esta historia y así acompañar a Jesús rumbo a la cruz. Somos Compañeros de Jesús, amigos para la misión, y estamos al servicio de la Mayor Gloria de Dios.

Orden Caballeros del Papa en América
Los Jesuitas conquistaron Sud América para la Iglesia de Roma 
(dijo Lord Maculay)

Bula de la Santa Cruzada en América
Se dedicaba a los gastos de la guerra contra los infieles

Voces. Bertrand Rothé. [Sinpermiso] El economista Gaël Giraud, autor de Illusion financière [La ilusión financiera, Sal Terrae, 2014] denuncia la colusión entre bancos y altas finanzas públicas y propone un punto de vista comprometido sobre la crisis. Lo entrevista para el semanario francés Marianne el periodista Bertrand Rothé.



Los católicos aglutinan decididamente sensibilidades bien diferentes. Están quienes se manifiestan contra el matrimonio homosexual, y luego hay otros. Y entre estos últimos, hay quien le plantea problemas a este gobierno social-liberal. Se llama Gaël Giraud. Una cabeza bien puesta: [Escuela] Normal Superior, tesis en la [Escuela] Politécnica, un economista ya reconocido. Un yerno perfecto, salvo por el hecho de haberse ordenado y ser hoy jesuita.

Marianne – No es usted precisamente lo que se dice un neoliberal. Desea usted una reforma el euro y un compromiso por parte de Europa a favor de un proteccionismo ecológico y social… ¿Lo confirma usted? 

Gaël Giraud – Exacto… Añadiría la necesaria reglamentación de los mercados financieros, que apenas si hemos empezado después de 2008. Todo lo cual, en mi opinión, debe ponerse al servicio del verdadero proyecto de sociedad que constituye la transición energética.

Sin embargo, hay otra razón por la que no es usted del agrado del Ministerio de Economía y Finanzas [conocido como Bercy, por el barrio parisino que lo alberga]. ¿Podría relatarnos sus desencuentros con esta institución? 
En un principio, teníamos el excelente compromiso del candidato Hollande de separar los bancos de crédito de la banca comercial con el fin de proteger a los franceses. Sin embargo, en buena medida son los bancos los que han redactado el proyecto de ley durante el verano de 2012. Resultado: el preámbulo de la ley afirma que separa, mientras que el cuerpo del texto no separa nada.

En la práctica, la Ley Moscovici-Berger [Karine Berger, ponente del proyecto de ley, lo defendió con uñas y dientes] “obliga” a los bancos a convertir en filial como máximo el 1,5% de sus actividades de mercado. Ahora bien, primo, convertir en filial no basta para proteger a la matriz: el American International Group (AIG, primera aseguradora del mundo) norteamericano entró en quiebra en septiembre 2008 a causa de una microfilial parisina. Secundo, lo esencial de las actividades de riesgo (trading de alta frecuencia, trading por cuenta propia, transacciones con hedge funds) queda localizado en la sede central. Tertio, la ley bancaria francesa fusiona el fondo de garantía de depósitos de los franceses con el fondo de salvamento del sistema bancario. Bancos y fondos especulativos pueden, por tanto, recurrir al fondo de garantía de los depositantes para salvarse en caso de crisis. Los depositantes franceses ya no están asegurados.

En Dublín, el gobierno, presionado por la troika [Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional] se atrevió a vaciar los fondos de financiación de las jubilaciones de los irlandeses para pagar las deudas de sus bancos hundidos. Y nosotros, nosotros legalizamos por anticipado un atraco análogo a mano armada.

En diciembre de 2012, tomé la iniciativa de escribir un informe para ilustrar a los parlamentarios sobre el proyecto de ley. Bercy elaboró inmediatamente una contranota, y me impuso luego unos participantes en una mesa redonda que organicé en la Sorbona sobre el tema, antes de reclamar, sin éxito, la supresión de una nota de la fundación Terra Nova que habías escrito con un colega, Laurence Scialom.[1] Por otra parte, un banquero que conozco intentó presionarme también para que me callara.

Se puede uno imaginar que su elección vital sea difícil de comprender para un banquero. Ellos han optado por los millones, ¡usted hace voto de pobreza! 
Temen sobre todo que el debate se haga público. Si los franceses se hubieran interesado por el proyecto de ley Moscovici-Berger, podemos apostar sobre seguro a que hubieran reclamado una auténtica separación. Es, en todo caso, la experiencia que yo tengo cada vez que doy una gran conferencia para el gran público. Se ha hecho de todo, incluida la organización del calendario parlamentario, para borrar la ley bancaria del debate público. Se pudo votar en julio pasado en medio de la indiferencia casi total del gran público.


¿Hay que entender, en su opinión, que el poder socialista está más o menos a sueldo de los bancos? 
En parte, sí. Es verdad que con Sarkozy, los banqueros iban al Eliseo con nocturnidad a explicar la política de Francia. En la actualidad, el gobierno simula la puesta en práctica de sus propias promesas.

La historia de esta ley bancaria acaban de contarla tres periodistas,[2] y no está cerrada: recientemente, el comisario europeo Michel Barnier propuso una directiva de separación bancaria que, si bien me parece insuficiente, es claramente más seria que la ley francesa. Ahora bien, ese mismo día, el gobernador del Banco de Francia, Christian Noyer, declaró públicamente que esta propuesta es «irresponsable». Aquí tenemos a un alto funcionario que preside la instancia de regulación del sector bancario francés y que se permite faltar al deber de reserva al que le obligan sus responsabilidades con el fin de defender de manera indignante el exclusivo interés de los bancos.

Este desliz, entre muchos otros, delata la colusión entre las altas finanzas públicas y las altas finanzas privadas que paraliza hoy en día nuestra sociedad. ¿De qué asombrarse luego si el artículo 60 del proyecto de ley de finanzas 2014 promulga una amnistía generalizada del sector bancario prohibiendo a las colectividades locales, eventualmente arruinadas, presentar querellas contra los bancos que les vendieron activos financieros tóxicos?

¿Se puede afirmar que el poder de los bancos es más importante que el mundo político hoy en día?
El presupuesto del BNP Paribas es superior al PIB francés (en bruto, 2 billones de euros). La carrera hacia el gigantismo otorga a estos bancos un considerable poder de chantaje, pues Francia tiene aun menos medios para absorber la quiebra de un monstruo como éste que el proyecto europeo de unión bancaria, y si ve la luz, no permitirá salvar nuestros megabancos en caso de peligro. Los bancos intentan, por tanto, neutralizar las iniciativas reguladoras haciendo valer que todo lo que perjudica sus intereses inmediatos les debilita y que, si mueren ellos, moriremos todos con ellos. Las reglas prudenciales de Basilea III, por ejemplo, se han ido volviendo poco a poco inofensivas por las enmiendas que los bancos lograron arrancarle al comité de Basilea.

Otro ejemplo: en enero de 2012, cuando se hubo de reestructurar finalmente la deuda pública griega, había cuatro negociadores en la mesa de Atenas: Merkel, Sarkozy y dos patrones, Pébereau por el BNP Paribas y Ackermann por el Deutsche Bank. La razón inmediata de la presencia de estos banqueros, discutiendo de igual a igual con jefes de Estado y de gobierno del género de los de Grecia, está clara: los principales tenedores de deuda pública griega no eran otros que bancos franceses y alemanes. Y en lo esencial ha sido para salvar a nuestros bancos por lo que hemos destruido la sociedad griega. Confiar tal poder de negociación a los banqueros dice mucho sobre el estado de la democracia en Europa: ¿se imagina usted a J.P. Morgan ajustando los detalles del Tratado de Versalles?

En el marco de su trabajo y sus luchas, ¿qué poder le da su condición de jesuita? 
Para empezar, comparto con mis compañeros la misma sopa a la hora de la cena, y lo que pienso, por otro lado, del sector bancario. Esto permite pensar libremente. Luego, la vida del compartir comunitario es una experiencia esencial de bienes comunes, en el sentido de la economista Elinor Ostrom: hoy en día, nuestras sociedades redescubren los bienes comunes vía Vélib’, Vélo’v, [sistemas públicos de alquiler de bicicletas] la conducción compartida, la economía de funcionalidad, etc., y este aprendizaje me parece decisivo para la transición energética. Induce a una transformación radical de nuestra relación con la propiedad privada. Pues bien, ¡la vida religiosa occidental practica todo esto desde hace por lo menos quince siglos!

¿Mantiene usted contactos frecuentes con políticos de izquierda?
Me veo lo mismo con políticos de izquierda que de derecha. Lo que me sorprende es la carencia de proyecto en el seno del ala strauss-kahniana del Partido Socialista. Este partido ni siquiera se atreve hoy en día a autorizar el menor debate en su seno, por miedo a debilitar al gobierno. En cuanto a las principales decisiones tomadas por este último en materia económica: firma del TSCG [Tratado sobre Estabilidad, Coordinación y Gobernación], mantenimiento de la austeridad presupuestaria mientras que la experiencia europea muestra que hace aumentar el ratio deuda/PIB ; políticas de oferta que no reducirán el paro masivo y amenazan todas con zambullirnos en la deflación con el conjunto del sur de Europa.

Por eso es por lo que una iniciativa como la creación del partido Nouvelle Donne,[3] que ya tiene un representante en la Asamblea Nacional, me parece extremadamente prometedora. Es vital que el debate en economía política pueda renacer en Europa y que reaprendamos a «pensar fuera del marco». En España la incapacidad de los «indignados» de formular una alternativa articulada al empeño de demolición del Estado del Bienestar en beneficio de los bancos puesto en práctica por Rajoy ha terminado por agotar al movimiento. Estoy convencido de que la transición energética es la vía de salida por lo alto de la trampa deflacionista en la que encierran al continente la austeridad presupuestaria y los excedentes de la deuda privada (y no pública). Lo que nos hace falta es creatividad social y política con el fin de emprender esta transición juntos.

¿Cómo reacciona su jerarquía jesuita respecto a sus posturas? 
Mis superiores consideran que participar en el debate público forma parte de mi trabajo de director de investigación en el CNRS [Centro Nacional de la Recherche Scientifique, el mayor centro público de investigación francés]. El vaivén entre la investigación y la arena pública es fecundo, lo mismo para el mundo académico que para la democracia.

Tengo mis dudas. Hay con todo muchos conservadores dentro de la Iglesia
Nuestra Iglesia posee una burocracia que, como todas las burocracias (el imperio chino, Bercy, los grandes del CAC 40 [índice de referencia de la Bolsa francesa...) puede verse tentada a hacer pasar el perpetuarse en su ser por delante de su propia misión evangélica. Este «conservadurismo» no debe sorprender, por lo menos desde Max Weber. El Papa Francisco ha emprendido una reforma del Vaticano encaminada a una mayor transparencia y colegialidad, y cuando observo el baile de informes entre servicios ministeriales o las guerras que libran las baronías en el seno de las grandes multinacionales, me pregunto dónde están los verdaderos conservadores.

¿De qué otros temas se ocupa? 
De otros dos, por lo menos. El año pasado formé parte del comité de expertos para el debate nacional sobre la transición ecológica. Este comité ha llevado a cabo una labor formidable: se han evaluado y propuesto al gobierno cuatro grandes agrupaciones de hipótesis de transición en el caso de Francia. Se han sugerido soluciones innovadoras de financiación que no incrementen la deuda pública francesa. Desde luego, hace falta continuar la labor para apreciar lo factible de estas hipótesis y de esas soluciones de financiación. Al gobierno le atañe aprovechar esas hojas de ruta, orquestar un verdadero debate democrático sobre las opciones de sociedad que implican e impulsar la transición. Seguramente sería necesario un poco de optimismo sansimoniano. Tenemos, sobre todo, que librarnos de este cuento de hadas según el cual los mercados financieros desregulados son eficaces y harán frente en nuestro lugar al desafío clima-energía. La ley de programación sobre la transición, prevista para el verano próximo, y el congreso de París para 2015 podrían ser etapas decisivas en este sentido.

¿Y el segundo? 
El tratado de libre comercio en curso de negociación entre la Unión Europea y los Estados Unidos. Aparte de algunos periódicos, esta negociación no interesa mucho a los periodistas. Ahora bien, este tratado puede convertirse en una verdadera bomba: una de sus clausulas podría autorizar a las multinacionales a demandar a un Estado si éste llega a aprobar una ley que perjudique a los intereses de la empresa. Por ejemplo, una empresa que hubiera invertido en Francia y que se creyera perjudicada por la revalorización del SMIC [salario mínimo interprofesional] podría obligar al Estado a pagar miles de millones de indemnización. Supondría una especie de revocación del Tratado de Westfalia (1648) que rige el Estado nacional occidental. Es urgente que aparezca este tema en el debate público francés: las negociaciones están lejos de haber terminado; todavía es todo posible.

¿Cómo se explica usted que el FN no se haya apoderado todavía de la cuestión ? 
El FN no hace más que saquear las tesis de ciertos pensadores heterodoxos: Jacques Sapir, Frédéric Lordon, François Ruffin… Como estos últimos no se han pronunciado todavía sobre este nuevo tema, el FN todavía no puede engullir esta idea, pero no se haga usted cruces: ¡tal vez lo haga después de leer esta entrevista!

Notas 
[1] «Pour une réforme bancaire plus ambitieuse: vous avez dit Liikanen ?Chiche !», fundación Terra Nova. www.tnova.fr 
[2] Mon amie, c’est la finance!, Adrien de Tricornot, Mathias Thépot, Franck Dedieu, Bayard, 2014. 
[3] Nouvelle Donne, cuyo nombre evoca el New Deal de Roosevelt, es una reciente formación política francesa creada en noviembre de 2013, en la que se reunen exmilitantes del Partido Socialista, de los Verdes y del Frente de Izquierda, amén de gaullistas sociales y figuras intelectuales reconocidas, con un programa económico de cariz keynesiano. Entre sus miembros se cuentan teóricas y activistas como Susan George o el sociólogo Edgar Morin. Cuenta con una representante en la Asamblea Nacional, Isabelle Attard (que proviene de los Verdes), por una circunscripción de Calvados, y dos diputadas en el Parlamento Europeo, Malika Benarab-Attou y Françoise Castex.

Gaël Giraud (1970), director de investigación en el CNRS y miembro de la Compañía de Jesús, es diplomado de la Escuela Normal Superior y de la Escuela Nacional de Estadística y Administración Económica, y doctor en matemáticas aplicadas por la Escuela Politécnica. Miembro del Centro de Economía de La Sorbona y de la Escuela de Economía de París y profesor asociado en la ESCP-Europe, pertenece al consejo científico del Laboratorio sobre la regulación financiera y del observatorio europeoFinance Watch. Enseña además en el Centre Sèvres, de los jesuitas, y es miembro del consejo científico de la Fundación Nicolas Hulot para la naturaleza y el hombre. En 2009 fue seleccionado para el premio al mejor economista que convoca Le Monde y el Círculo de Economistas de Francia.


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