miércoles, 9 de abril de 2014

La Santa Sede y las Ordenes de Caballería. (Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén).


Excelentísimo Prepósito General 
Orden de los Caballeros de 
Su Santidad el Papa
San Ignacio de Loyola"



Discurso del Papa 

¡Señor Cardenal, Miembros del Gran Magisterio y Lugartenientes, 
queridos hermanos y hermanas!

Doy mi bienvenida a todos ustedes, que representan el Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén. Saludo en particular al Cardenal Edwin O’Brien, Gran Maestro de la Orden, y le agradezco por las palabras que me ha dirigido a nombre de todos. Saludo al Gran Prior, Su Beatitud Fouad Twal, Patriarca de Jerusalén de los Latinos.

Se han reunido en Roma con ocasión de la Consulta Mundial de la Orden, que es convocada cada cinco años para reflexionar sobre la situación de la comunidad católica en Tierra Santa, evaluar las actividades desarrolladas y establecer las directivas para el futuro. Contemporáneamente se lleva a cabo la Peregrinación Internacional, que ve la participación de más de dos mil personas. Les agradezco por su visita y deseo expresar mi aprecio y estímulo por las iniciativas de solidaridad que la Orden promueve a favor de los Lugares Santos y que en los últimos años se han desarrollado y aumentado. En este Año de la fe, su peregrinación a la Tumba del Apóstol Pedro, está marcada por la oración y la catequesis sobre el tema de la fe. Partiendo de estos elementos, quisiera dejarme guiar por tres palabras, que ya he propuesto al inicio de mi ministerio, pero que pueden ofrecer también a la actividad de su Orden motivos de reflexión.

Las tres palabras son: caminar, construir y confesar. 

1. Caminar. Ustedes están viviendo la experiencia de la peregrinación, que es un gran símbolo de la vida humana y cristiana. Cada uno de nosotros puede ser “errante” o “peregrino”: O errante o peregrino. El tiempo que vivimos muchas veces ve personas “errantes”, porque están privadas de un ideal de vida y a menudo son incapaces de dar un sentido a las vicisitudes del mundo. Con la señal de la peregrinación, ustedes demuestran la voluntad de no ser “errantes”. Su camino está en la historia, en un mundo en el que los confines se alargan cada vez más, caen muchas barreras y nuestras vías están ligadas de forma cada vez más estrecha a aquellas de los otros. Sean testimonios del sentido profundo, de la luz que lleva a la fe; sepan conservar la gran riqueza de valores, de sabiduría del pasado, pero viviendo intensamente el presente, como hoy, con la mirada hacia el futuro, abriendo horizontes de esperanza con su obra para dar un rostro más humano a la sociedad. 

2. Y he aquí entonces la segunda palabra: construir. Caminar para construir la comunidad, sobre todo con la amor. La Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén tiene una historia casi milenaria: la de ustedes es una de las más antiguas Ordenes asistenciales caritativas aún en actividad. Instituida para la custodia del Santo Sepulcro, ha gozado de una atención especial por parte de los Obispos de Roma. Construir con la caridad, con la compasión, con el amor. Y de hecho su peregrinación tiene también una finalidad caritativa, a favor de los hermanos y hermanas de Tierra Santa, especialmente los más necesitados, de aquellos que están viviendo momentos de sufrimiento, de tensión y de temor. Y también de nuestros hermanos cristianos que sufren tanto. Dirijo a ellos con gran afecto un saludo y un abrazo, a todos -cristianos y no cristianos- asegurándoles mi oración diaria. 

3. Pero su caminar para construir nace del confesar de manera siempre más profunda la fe, crece del continuo compromiso de alimentar su vida espiritual, de una formación permanente para una vida cristiana siempre más auténtica y coherente. Este es un punto importante para cada uno de ustedes y para la Orden entera, para que cada uno sea ayudado a profundizar su adhesión a Cristo: la profesión de fe y el testimonio de la caridad están conectados estrechamente y son los puntos que califican y de fuerza –puntos de fuerza- de su acción. Un vínculo antiguo los une al Santo Sepulcro, memoria perenne de Cristo crucificado ahí depuesto y de Cristo resucitado que ha vencido a la muerte. Que Jesucristo crucificado y resucitado sea realmente el centro de su existencia y de cada proyecto personal y asociativo. Creer en la potencia redentora de la Cruz y de la Resurrección, para ofrecer esperanza y paz. De forma particular, la Tierra de Jesús ¡la necesita tanto! La fe no aleja de la responsabilidad que todos estamos llamados a asumirnos, sino al contrario provoca y empuja a un concreto compromiso en vista de una sociedad mejor. Que eI Señor los ayude a ser siempre embajadores de paz y de amor entre los hermanos. Sera Él a hacer siempre fecunda su obra. Que la Virgen de Nazaret los asista en su misión de mirar con amor los Lugares por donde Cristo ha pasado bendiciendo y resanando. Los acompañe también mi Bendición, que imparto a ustedes y a la entera Orden. (RC-RV)


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