sábado, 15 de febrero de 2014

Los jesuitas y la geología. Por Ricardo Alonso, Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa - CONICET).

 BENDICIÓN DEL XXX SUPERIOR GENERAL DE LA 
CURIA GENERALIZIA DELLA  COMPAGNIA DI GEZÚ


MIEMBRO DE LA ACADEMIA LATINOAMERICANA 
DE HISTORIA MILITAR

Y

PRIMER OFICIAL DE COMUNICACIONES DE LA
GENDARMERÍA NACIONAL ARGENTINA 
DIPLOMADO EN DEFENSA NACIONAL 

El Diplomado en Defensa Nacional está capacitado para conformar equipos de trabajo abocados al análisis y resolución de problemas técnicos (obtención de datos, asesoramiento sobre áreas específicas, determinación de dimensiones a ser evaluadas, entre otros), aplicando los conocimientos y la práctica adquiridos en temas afines con el área de la Defensa (Incluye la Seguridad Interior). 


Christóforo Scheiner SJ

La primera imagen que viene a la mente cuando se habla de los jesuitas en América, es aquella de sus espectaculares conocimientos para la búsqueda y la explotación del oro. En la Puna Argentina hay decenas de ejemplos de su paso y de sus trabajos en los aluviones auríferos y otras minas de metales preciosos. 

Pero, además de la minería, la relación de los jesuitas con la geología y las ciencias de la Tierra va más allá, desde el momento que muchos de ellos hicieron aportes sustanciales en la historia de la disciplina. Al revés de otras órdenes, los jesuitas querían convencer a través de la razón. Para ello les hacía falta apropiarse del saber y demostrar que las leyes de la naturaleza existen porque Dios las ha inventado.

Es sin dudas la congregación religiosa que más aportes estrictamente científicos haya dado a la humanidad. Importantes, aunque poco conocidas, son las contribuciones jesuíticas en los estudios de la relación Tierra-Sol, de física cósmica, astronomía, astrofísica, magnetismo terrestre, auroras boreales, sismicidad, gravimetría, meteorología y otras cuestiones de la geodesia y la geofísica. Observatorios geofísicos para observaciones solares y meteorológicas los encontramos desde el siglo XVII. Christóforo Scheiner, descubrió las manchas solares meses antes que Galileo y fabricó el primer telescopio terrestre, además de los interesantes estudios sobre el ojo, la retina y la luz, recogidos luego en la obra Oculus. Como representante cabal de la geología se tiene a Athanasius Kircher (1601-1680) quién escribió Mundus Subterraneus (1665), una obra con una teoría unificada sobre el interior de la Tierra donde trató de explicar todos los fenómenos observados, tales como montañas, océanos, erupciones volcánicas, terremotos y la formación de los minerales y los fósiles.

Propuso que en el interior de la tierra existían dos tipos básicos de conductos interconectados que transportaban fuego y agua: los "pyrophylacia" y los "hydrophylacia". Los primeros estaban conectados desde el interior ígneo de la Tierra hasta la superficie donde se expresaban en forma de volcanes, mientras que los segundos estaban relacionados con el ciclo hidrológico de lagos y ríos. Trató también de explicar el origen de los terremotos por vientos subterráneos, utilizando en todos los casos observaciones de campo y también mediante experimentos. Los estudios para determinar la forma de la Tierra mediante la medición de arcos de meridiano tanto en Italia como en China, fueron llevados adelante por jesuitas como Francesco Grimaldi (1613-1663), Giovanni Batista Riccioli (1598-1671), Christopher Maire (1697-1767), Antoine Thomas (1644-1709), entre otros.

El físico y matemático Rudjer Joseph Boscovich (1711-1787), uno de los precursores de la teoría atómica, de quien sir Harold Hartley, de la Royal Society, dijo que era "uno de los más grandes intelectuales de todos los tiempos". El físico francés Pierre Lejay (1898-1958), se ocupó de la gravimetría a nivel global y está considerado como uno de los fundadores de esta disciplina. Fue director del observatorio Zi-Ka-Wei de China y realizó varias exploraciones polares. Cuidadosas determinaciones de la densidad terrestre fueron realizadas por Karl Braun (1831-1907), director del observatorio húngaro de Kalosca. El astrónomo italiano Pietro Angelo Secchi (1818-1878), fue el primero en hacer un reconocimiento espectroscópico del firmamento demostrando que los espectros de la estrellas son diferentes entre ellos. Trabajó en el observatorio de la Universidad Gregoriana de Roma y está considerado por muchos como el "padre" de la astrofísica.

El interés de los jesuitas en los terremotos y sus daños queda demostrado en los escritos de José de Acosta (1539-1600), quién describió los de 1575 en el Perú; Nicolás Longobardi (1566-1655) los de Beijing de 1624; Julio Cesare Recupito (1581-1647) los de Calabria de 1638, y los de Pedro Lozano (1697-1759) los de Lima de 1746. En tiempos modernos, una figura internacional en el tema de la sismología fue la del padre jesuita James B. Macelwane (1883-1956), quien fuera fundador y director del departamento de Geofísica de la universidad de Saint Louis (USA). El Dr. Macelwane fue pionero en la mayoría de los campos de esa disciplina.

Así desarrolló nuevas tablas de tiempo de viaje de las ondas sísmicas, especialmente para aquellas de terremotos de foco profundo; investigó la naturaleza del interior terrestre; estudió (junto con W.C. Repettí), la propagación de ondas sísmicas en el manto terrestre y propuso una zona de transición entre el manto y el núcleo; estudió los microsismos y propuso un método para encontrar la localización de huracanes usando esas observaciones, entre otros muchos aspectos. Por su valioso aporte a la disciplina fue electo miembro de la Academia Nacional de Ciencias y presidente de la prestigiosa American Geophysical Union (1953-1956).

En su honor se creó la medalla que lleva su nombre y se entrega a un destacado científico en ese campo. Numerosos observatorios sismológicos de los jesuitas fueron creados a través del mundo durante el siglo XX. Entre ellos se destacan el de La Paz (Bolivia), fundado en 1913 y que por muchas décadas estuvo dirigido por el padre Ramón Cabré, así como el Instituto Geofísico de los Andes Colombianos (Bogotá) en 1941. La contribución de los jesuitas a las Ciencias de la Tierra, cubre virtualmente todos los campos y se remonta al siglo XVI. En el siglo XVIII, los jesuitas comenzaron a crear observatorios en sus colegios para el estudio de cuestiones meteorológicas y de magnetismo.

Hacia fines del siglo XIX y principios del sigo XX ya se crearon verdaderos observatorios geofísicos, de los cuales los establecidos en Asia, África y América tuvieron un papel importante en el desarrollo científico de los países involucrados. A partir de 1950 y por diferentes razones muchos de ellos se cerraron o fueron transferidos a otras instituciones o agencias del gobierno, permaneciendo unos pocos en operación. En la Argentina, el Observatorio de Física Cósmica de San Miguel (Buenos Aires) estuvo dirigido por el astrónomo y jesuita español Ignacio Puig (1887-1961).

Este hombre de conocimientos enciclopédicos dejó escrito medio centenar de libros de ciencia, muchos de ellos como textos útiles para los colegios. La ciencia de la geofísica le debe mucho a las prolijas, detalladas y largamente continuadas investigaciones de los jesuitas en sus observatorios, aunque el papel de estos ha pasado casi ignorado para la historia de la ciencia. Sus escritos guardados son hoy verdaderos tesoros científicos para entender el fenómeno planetario.

Tampoco puede soslayarse el papel de los jesuitas en las misiones del Paraguay, como Antonio Sepp y sus fundiciones de la tierra roja misionera tacurú para obtener el hierro o del astrónomo Buenaventura Suarez. El francés Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) fue un paleontólogo de fama mundial cuyos estudios geológicos y antropológicos

Ricardo Alonso 
Doctor en Ciencias Geológicas 
(UNSa - CONICET)


A.M.D.G

CENTINELA DEL DESARROLLO NUCLEAR ARGENTINO


D CARLOS GUSTAVO LAVADO RUÍZ ROQUÉ LASCANO 
 SOBERNA COMPAÑÍA DE LOYOLA
FUNDADOR 1ER GENERAL


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