jueves, 17 de octubre de 2013

Feliz día Orden de de Loyola, Obediencia y buenas obras son producto de una Fe viva. Reflexiones de las Buenas Nuevas. Jueves de la Vigésima Octava Semana del Tiempo Ordinario Octubre 17, 2013.



Memorial de San Ignacio de Antioquía
Ignacio significa: "lleno de fuego" (Ingeus: fuego). 
Nuestro santo estaba lleno 
de fuego de amor por Dios.


Quiénes somos 
Los Caballeros de la Orden, soldados de Dios, somos jesuitas laicos, somos hombres y mujeres de frontera, dispuestos a estar en aquellos lugares donde hay situaciones de injusticia, donde otros no pueden o no quieren estar, donde se puede tener un efecto multiplicador en bien de la misión. Hombres preparados para responder a las necesidades de nuestro mundo, solidarizándonos con las víctimas de esta historia y así acompañar a Jesús rumbo a la cruz. Somos Compañeros de Jesús, amigos para la misión, y estamos al servicio de la Mayor Gloria de Dios.


Orden Caballeros del Papa en América
Los Jesuitas conquistaron Sud América para la Iglesia de Roma 
(dijo Lord Maculay)


Feliz dia Orden de de Loyola, 

De una manera a otra le llega a la psiquis del católico de que nosotros nos ganamos el cielo haciendo buenas obras. Esta es una de las razones por la que los protestantes erróneamente piensan que no estamos salvados. La primera lectura explica claramente que nosotros vencemos el poder del pecado y la muerte para disfrutar la vida eterna en el cielo, no haciendo buenas obras y obedeciendo las reglas de la Iglesia, sino gracias a Dios a través del sacrificio redentor de Jesús y el poder de su resurrección, y poniendo nuestra fe en esa verdad.

Las buenas obras y la obediencia no son los peajes que pagamos para cruzar el puente que va al cielo; ellos son los frutos del viaje. Ellos son frutos que prueban que realmente estamos en ese viaje.

Un buen ejemplo de esto es la enseñanza católica de que es pecado mortal no ir a misa (nos iremos al infierno si no vamos a la iglesia). Cuando las razones atrás de esta enseñanza no son consideradas, las personas asumen que yendo los domingos a misa es todo lo que tenemos que hacer. Por esto las iglesias católicas tienen más gente que los servicios protestantes pero menos limosna. Por eso hay muy poca participación en los eventos de la parroquia y pocas personas involucradas en los ministerios. Muchas personas atienden a la Misa sin ser cambiados por el encuentro con Cristo en la Eucaristía, porque ellos están usando la Misa como una póliza de seguro.

¿Si te sientas en tu garaje por una hora a la semana, te convertirás en un carro? ¿Qué tal si vives en el garaje diario y haces bulla de motores? "Brroom, brroom!" Lo mismo, podemos sentarnos en la iglesia y aun así sonar como cristianos fuera de la iglesia, pero sólo seremos libres de las fuerzas malignas del pecado queriendo ser cambiados por la gracia de la redención de Cristo.

Sólo podemos lucir como Cristo queriendo ser cambiados por su presencia en la Eucaristía. 

Así, la Iglesia siempre nos ha enseñado que si preferimos estar lejos de la Eucaristía porque (¡el motivo es importante!) queremos estar lejos de Cristo o porque no queremos ser cambiados por la presencia de Cristo en la Iglesia, estamos matando almas - estamos cometiendo pecado mortal. Es menos destructivo si estamos lejos de la misa por pereza o por no entender la importancia de la Eucaristía, pero es perjudicial para nuestras almas.

Tratar de manejar nuestro camino al cielo por lo que hacemos sin primero tener fe en Cristo nos hace como los escribas y fariseos en el Evangelio de hoy a quienes Jesús les dijo, "¡ay!" podemos hacer una gran donación para comprar estatuas de los santos en la iglesia, pero si no aprendemos de estos mismos santos, siguiendo sus ejemplos de santidad, nos estamos condenando a nosotros mismos por el contraste entre nuestras vidas y las de ellos.

La verdadera fe nos motiva a hacer buenas obras, no porque queremos llegar al cielo, sino porque queremos ser como el Salvador quien se sacrificó Él mismo por nosotros en la cruz y sabemos que él nos está llevando al cielo

La verdadera fe nos motiva a obedecer las reglas de la Iglesia porque entendemos su origen celestial, aún si no entendemos por qué ellas son celestiales.

La obediencia y las buenas obras son productos de una fe que está viva y verdaderamente santa


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