jueves, 10 de octubre de 2013

[familiaignaciana] entre el diagnóstico y la cura. "Aprovechemos todo el ‘movimiento de espíritus’ que Francisco nos trajo y así peregrinemos con él".




Cruz Jesuitica de Caravaca
Signo militar y religioso 
de las tierras fronterizas

Quiénes somos 

Los Caballeros de la Orden, soldados de Dios, somos jesuitas laicos, somos hombres y mujeres de frontera, dispuestos a estar en aquellos lugares donde hay situaciones de injusticia, donde otros no pueden o no quieren estar, donde se puede tener un efecto multiplicador en bien de la misión. Hombres preparados para responder a las necesidades de nuestro mundo, solidarizándonos con las víctimas de esta historia y así acompañar a Jesús rumbo a la cruz. Somos Compañeros de Jesús, amigos para la misión, y estamos al servicio de la Mayor Gloria de Dios.


Orden Caballeros del Papa en América
Los Jesuitas conquistaron Sud América para la Iglesia de Roma 
(dijo Lord Maculay)


En abril de 2008 fue escrito este boletín y me resuena leerlo hoy en Octubre de 2013. Cuando cambiaron los actores, cambiaron los escenarios, cambiaron los ánimos, cambiaron las expectativas.

Y si coincidimos en el diagnóstico de estas cinco llagas para aquellos años, será que nos estaremos curando.
 
En el monte santiagueño donde soy párroco, gran responsabilidad para la salud la tienen los agentes sanitarios que están donde no llega el médico. Pero ahí en esa pequeña comunidad son de alguna manera responsables de la salud.

Creo que en nuestras Iglesia locales somos como estos ‘agentes sanitarios’ y entonces responsables de la salud de nuestra querida Madre Iglesia, por eso aprovechemos este momento, aprovechemos este kairos (tiempo oportuno).

Aprovechemos todo el ‘movimiento de espíritus’ que Francisco nos trajo y así peregrinemos con él.

Marcos Alemán s.j. 
San José de Boquerón 
Santiago del Estero Argentina


¿QUÉ PASA EN LA IGLESIA? (extracto) 
Xavier Alegre, Josep Giménez, 
José Ignacio González Faus, Josep M. Rambla 
Abril 2008


PRIMERA LLAGA: OLVIDO DE LA CENTRALIDAD DE LOS POBRES 

Les ofrecemos una benevolencia paternalista, pero no logramos expresar esa preferencia radical hacia ellos que sería sacramento del amor de Dios.

Ante esta situación resuenan las palabras de san Vicente de Paul: no se puede amar a Dios sin amar incondicionalmente aquello que Él más ama...

No hay por qué negar que, en ese tipo de opciones radicales hacia los pobres, se puedan producir desequilibrios, imperfecciones o hasta conductas sesgadas.

Y más cuando (como es lo ordinario), se llevan a cabo en condiciones de una soledad heroica. Pero reconocido eso, sigue resultando escandaloso que la Iglesia no sepa reaccionar ante ellas siguiendo el consejo evangélico de “no quebrar la caña cascada ni apagar la mecha humeante” (Mt 12,20), sino tratando más bien de silenciarlos o desautorizarlos por completo.

Nada de lo antedicho lo escribimos como acusación sino como confesión: reconocemos que nosotros mismos estamos bastante lejos de lo que el Evangelio nos pide. Pero más allá de esta ceguera y esta sordera, lo decisivo es que la Iglesia pierde credibilidad…

SEGUNDA LLAGA: EL JERARCOCENTRISMO 

La Iglesia dejaba así de definirse como “sociedad perfecta” para pasar a definirse como “comunión”. Esa comunión, que Vaticano II vería “a semejanza de la Trinidad”, es ante todo una relación horizontal; y, cuando sea vertical, lo será en los dos sentidos: tanto de abajo arriba como de arriba abajo. Muchas autoridades de la Iglesia lanzan repetidas apelaciones a la comunión (entendida sólo como sumisión); pero cabe dudar de si alguna vez se han preocupado por comulgar verdadera y decisivamente con los suyos.

Conviene recordar que, para el Nuevo Testamento, se trata de un “pueblo santo” y que, por ello, esa santidad debe reflejarse no sólo en cada miembro particular sino en su configuración como pueblo. La Iglesia no podría ser Cuerpo de Cristo ni Templo del Espíritu si no fuera real y verdaderamente pueblo del Dios Padre: pueblo sacerdotal y, por eso, “asamblea santa” (1 Pe 2, 9).

Dice Congar: “La Curia no comprende nada [...] sus miembros se mantienen en la ignorancia de la realidad, y en la sujeción política a una eclesiología simplista y falsa en la que todo se deduce del Papa; no conciben la Iglesia más que como una enorme administración centralista cuyo centro ocupan ellos”.

Eso mismo lo había percibido Juan XXIII cuando confesó al embajador francés durante su presentación en el Quirinal: Quiero sacudir todo el polvo imperial que, desde Constantino, se ha pegado al trono de Pedro”.


TERCERA LLAGA: EL ECLESIOCENTRISMO 

De la visión dada en el apartado anterior, brota esta nueva raíz de incredibilidad: la institución eclesial no sabe coexistir en democracia.

El cristiano puede pensar que una fraternidad sin filiación es manca (y hasta podría ser muerta); pero sabe también que una filiación sin fraternidad es falsa y puede ser hasta hipócrita.

Esa intemperie es la que la Iglesia está llamada a vivir, creyendo en Dios y no en sí misma o en su propia seguridad.

Por eso, Vaticano II optó claramente por el primer modelo: “la razón de ser de la Iglesia es actuar como fermento y alma de la sociedad” (GS 40).

… humilde como para decir a los fieles que “no siempre tiene a mano la respuesta adecuada a cada cuestión” (GS 33), y que “no piensen que sus pastores están siempre en condiciones de poder darles inmediatamente solución concreta a todas las cuestiones aun graves, que surjan” (GS 43).

CUARTA LLAGA: LA DIVISIÓN DE LOS CRISTIANOS 

Por eso conviene recordar que comunión y unidad no son lo mismo que uniformidad: ésta es demanda de la comodidad. La comunión es la unidad de lo plural y es, por eso, una demanda que implica dificultad y esfuerzo.

Los especialistas piensan que, al menos para hoy, la helenización del cristianismo lleva a una pérdida de sus raíces bíblicas.

Ya a comienzos de siglo, el protestante A. Harnack había escrito que “el método inquisitorial es el peor de todos para captar lo que otro ha dicho”

Es inevitable evocar la frase del físico Andrei Sarajov: “la intolerancia es la angustia de no tener razón”.

…no hay que impedir a nadie que haga el bien simplemente porque “no es de los nuestros” (Lc 9,50). La segunda: cuando se sienta maltratada no debe recurrir, como los apóstoles, a pedir que “baje fuego del cielo”, porque merecerá la acusación de su Señor: “no sabéis de qué espíritu sois” (Lc 9,55).

Tememos que nuestra Iglesia dé la impresión demasiadas veces de “ocuparse sólo de la antigüedad”, y tememos que ello se deba a que la adhesión a las verdades de fe no es “ni renovada, ni serena, ni tranquila”.

CONCLUSION 

La experiencia enseña, y es motivo para esperar, que en la historia nunca se progresa por revoluciones que salen bien, sino por sangre de mártires que fecunda un seno estéril (¡algo parecido sucede también en la historia política de los pueblos!): cosas que son rechazadas, a veces acaloradamente, acaban pasando tácitamente a formar parte del modo de ver de quienes las rechazaron

Eclesiales ante todo 

Recordemos lo dicho al comenzar: Rahner profetizó que el cristiano del siglo XXI sería un “místico” o no sería cristiano. Y nuestra Iglesia se ha vuelto incapaz de iniciar en una verdadera experiencia espiritual: faltan en ella auténticos “mistagogos” (maestros del espíritu) y sobran pretendidos maestros de la razón moral.

También el P. Arrupe fue probado en su amor a la Iglesia. Su esfuerzo por renovar la Compañía, conforme al ritmo dinámico del Vaticano II, encontró incomprensión por parte de algunos e incluso intervenciones por parte de la Iglesia, a la que amaba con corazón ignaciano. Ambos, S. José Pignatelli y Pedro Arrupe se adentraron en el misterio de una voluntad de Dios que exige sacrificios por la vida de la Iglesia y que algunas veces impone el deber de sufrir con amorosa humildad, a manos de la Iglesia.

P. H. KOLVENBACH, Homilía en el funeral de Pedro Arrupe, 7 de febrero de 1991.


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